El 5 de diciembre de 1980, hace exactamente 40 años, nació la consigna «Aparición con vida».
El lema surgió en Estocolmo, en un comunicado de las Madres distribuido a la prensa que cubría la entrega del Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel.
La consigna significó un notable quiebre al interior del amplio movimiento de denuncia por la violación sistemática a los derechos humanos.
Para las Madres, la consigna expresaba el absoluto rechazo a aceptar cualquier negociación con la dictadura, que ofertaba «verdad» y listas de muertos para deslegitimar a quienes reclamaban por los desaparecidos e impugnaban a sus generales y funcionarios en todos los lugares del mundo donde se presentaban.
La definición de las Madres constituyó un desafío político a la dictadura, y a la legitimidad del sistema institucional que se construiría a partir de entonces.
O los desaparecidos aparecían con vida, o el sistema capitalista daba las respuestas políticas, judiciales, sociales y económicas necesarias ante el tamaño del genocidio que había provocado.
Sin ellas, ninguna institucionalidad podría ser plenamente democrática, plantearon las Madres entonces. Y tenían razón.
La «democracia» acartonada, apenas formal y vigilada por los cómplices de los genocidas que sobrevino a partir de 1983, no dio esas respuestas sino hasta 2003, a partir de la asunción de Néstor Kirchner.

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