Las Madres acuñaron una definición: no constituyen un organismo de Derechos Humanos, sino una organización política en defensa de la vida. La conclusión es una consecuencia de su lucha, que se convirtió en un combate contra las injusticias del capitalismo. En su camino fueron diferenciándose cada día más de los organismos de DD.HH. Nunca se reconocieron víctimas, sino sujetos de sus decisiones políticas. Nunca lucharon por reivindicaciones individuales, sino por objetivos colectivos, de clase. No demandaron al Estado reparaciones económicas; lucharon por una Justicia que el sistema capitalista es incapaz de otorgar: la sociedad sin clases. No participaron de juicios penales, ni querellaron individualmente a los genocidas; forjaron juicios éticos en los que las condenas son políticas, dictadas a mano alzada por el pueblo que se acerca a las Plazas donde las Madres lo convocan. Como dice Hebe, “entre un milico preso y un niño feliz, las Madres eligen ver a un niño feliz”.