Este jueves 4 de diciembre, día de cumpleaños de nuestra eterna compañera Hebe de Bonafini, las Madres de Plaza de Mayo Carmen Arias, Sara Mrad, Irene Molinari y Josefa “Pina” de Fiore siguieron la lucha de los 30 mil compañeros y compañeras en la Marcha de los Jueves N°2486, junto a la militancia, Demetrio Iramain y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.

Al abrir la jornada, Demetrio recordó que, como todos los jueves, estaban allí junto a las Madres, pero subrayó que este jueves es un día muy especial por el cumpleaños de Hebe, cuya presencia sigue latiendo en la Plaza “como todos los jueves desde hace tres años”.

Con el mismo espíritu, evocó una de sus enseñanzas centrales: que a los patriotas había que celebrarlos en el día de su nacimiento, no en el de su partida física. Por eso la Plaza estaba dedicada íntegramente a ella, “como a Hebe le hubiera gustado”.

Demetrio remarcó que no se trataba de una fiesta, sino de una plaza de lucha, como las que las Madres sostuvieron durante casi 49 años sin ceder un solo centímetro, por más que a Milei y su junta les molestara ver esa constancia inquebrantable. Describió un espacio lleno de esperanza, convencido de que “nos vamos a liberar” y de que la pesadilla actual —alimentada por el negacionismo y la crueldad gubernamental— iba a terminar.

También planteó que el desafío del presente era construir una alternativa política capaz de sacar al país del infierno; no de manera improvisada, sino organizados, cohesionados y con claridad estratégica. Una definición que contrastó con el caos planificado y el desmantelamiento institucional del gobierno nacional.

Antes de dar paso al invitado central, presentó a “nuestras eternas, gloriosas, queridas Madres de Plaza de Mayo”. La Plaza respondió con un aplauso cerrado, afirmando que la lucha seguía en pie, por más que algunos pretendieran retroceder décadas en derechos y memoria.

Irene Molinari de Chueque de la filial Mar del Plata abrió su intervención recordando que la Plaza seguía siendo un territorio de lucha y resistencia. Aun así, quiso decir “feliz cumpleaños”, porque Hebe seguía presente en el corazón colectivo, en cada gesto de solidaridad y en esa ética de pensar en el otro.

Llamó luego a la organización de la militancia, porque —advirtió— el enemigo era “claro y fuerte”. Sin embargo, afirmó que no iba a poder con el pueblo: un pueblo unido, sin traidores, no podía ser vencido, por más que a Milei y su junta les costara aceptarlo.

Rescató el coraje y la rebeldía de Hebe, y señaló que las bases tenían la responsabilidad de organizarse para enfrentar el “desmán” y la entrega del país y de sus recursos. Trazó así un puente entre la historia de las Madres y la urgencia del presente.

Imaginó entonces lo que diría Hebe frente al escenario actual: “Déjense de joder y únanse, sin traidores.” La frase resonó fuerte en la Plaza, marcando una posición política clara frente a quienes hoy retroceden, pactan o se acomodan.

Finalmente, celebró la presencia de Axel, a quien definió como un símbolo para las Madres y para la militancia en un momento donde la dignidad estatal parecía en disputa todos los días. Cerró con la consigna que sintetiza décadas de resistencia: “Ni un paso atrás”.

Sara Mrad, de la filial Tucumán, mirando a toda la militancia de frente comenzó con una pregunta directa: “¿Alguien tiene duda de que Hebe está presente?”. Aseguró que su presencia era permanente, visible en cada gesto de organización y en cada intento de sostener la Marcha incluso en tiempos difíciles.

Recordó luego una anécdota del director teatral tucumano Víctor García, quien trabajaba la creatividad de sus actores con una frase: “Todo muro es una puerta.” Esa idea —explicó— servía para pensar el presente.

Enumeró los muros de la historia: el de la crueldad de la dictadura, el de las injusticias estructurales, el de los problemas económicos que golpeaban a los sectores populares. Y afirmó que Hebe había enseñado que cada uno podía transformarse en una puerta abierta a la lucha, sobre todo en un contexto donde el gobierno de Milei se sometía sin pudor al Fondo Monetario Internacional y a un nuevo Plan Cóndor reciclado en lenguaje tecnocrático.

Advirtió que ese poder hegemónico —el mismo que Hebe denunciaba como terrorista— era quien fabricaba las bombas que caían sobre los niños en Gaza, quien buscaba someter a Venezuela y quien se inmiscuía en las decisiones políticas de los pueblos latinoamericanos. Agregó una imagen fuerte: también eran los mismos que “bombardeaban el plato de comida” en los barrios populares.

Invitó además a mirar hacia adentro: a veces, dentro de la propia militancia, había muros internos que impedían la unidad. Propuso derribar esos muros subjetivos tanto como los externos, entre ellos el de una Corte Suprema que calificó de impúdica.

Recordó también la deuda pendiente con Hebe: la pueblada que había reclamado el último día que estuvo en la Plaza, un mandato que —dijo— esperaba ser cumplido con organización y determinación.

Cerró agradeciendo la presencia de Kicillof y culminó con una consigna que marcó toda su intervención: “Cristina libre.” La Plaza respondió con una ovación.

Luego tomó la palabra Pina, “la Tana”, como le decía Hebe. Con la ternura de siempre, recordó la vez que “durmió aquí” en la Plaza junto a las Madres y saludó calurosamente a la militancia, que le devolvió el cariño con un aplauso enorme.

Después habló el gobernador Kicillof. Agradeció la invitación de las Madres y aclaró que no se sentía protagonista: “Más bien acompaño yo”, dijo, resaltando que ellas siguen siendo el motor de la militancia. El aplauso colectivo retumbó en toda la Plaza y le recordó al Gobierno que, por más que al Gobierno lo incomode, las Madres continúan siendo un símbolo indiscutible de lucha.

Reconoció que no era un día sencillo para hablar. En dirección a Hebe, destacó que ella siempre había sido “la que puso el cuerpo”, la que nunca temió enfrentarse a los poderes establecidos, desde la dictadura hasta los sectores que en democracia siguieron defendiendo los mismos intereses.

Reivindicó su inteligencia, su coraje y su lucidez política. Su lucha —recordó— no había sido abstracta: estaba hecha de cuerpo, de palabra y de una entereza que incomodó a dictadores, civiles cómplices, corporaciones económicas y gobiernos que pretendieron domesticarla. Y aunque esos mismos sectores —empoderados por la política negacionista del actual Presidente— intentaran perseguir, tergiversar o minimizar la lucha de las Madres, la Plaza demostraba que no lo iban a lograr.

Reafirmó también algo central en esta etapa política: que son 30.000 los compañeros y compañeras desaparecidos. Afirmó que ningún “mentiroso, ignorante ni lacayo del poder económico y extranjero” podía disputar lo que en Argentina se había convertido en bandera irrenunciable: Memoria, Verdad y Justicia. Una definición que chocó con el negacionismo, los recortes y el desprecio abierto del gobierno de Milei hacia los organismos de derechos humanos.

Cerró con una reflexión íntima y política: contó que ante cada dificultad se preguntaba qué diría Hebe. Y que la única manera de enfrentar su ausencia era hacer lo que ella hubiera querido: luchar, luchar y luchar. La Plaza repitió la frase al unísono.

Luego de Axel, fue Carmen Arias la encargada de cerrar. Anunció que leería un texto de Hebe incluido en uno de los libros más queridos de las Madres, titulado “Escribir la historia”, y aseguró que seguía siendo una guía para comprender no sólo el pasado, sino el presente de lucha.

A continuación, leyó en voz alta las palabras de Hebe:

“Escribir la historia” — Hebe de Bonafini

Muchas veces escuché decir que la historia la escriben los que ganan. ¿Será verdad? Yo siento que las Madres hicimos y hacemos historia, que con cada paso en la Plaza damos un compromiso de vida. Pero, ¿quién escribirá la historia de nuestros hijos?

Muchos hombres que fueron revolucionarios y se quebraron se arrogan diariamente el derecho de escribir la historia desde su perspectiva. Pero la historia cotidiana de nuestros hijos, la pequeña gran historia de cada militante revolucionario, la crónica de su entrega, es algo que todavía debemos a las generaciones futuras y a ellos especialmente.

Cada paso dado por las Madres en la Plaza, en la militancia, es como la memoria y la afirmación de lo que ellos hicieron. Pero lo sabe la gente, lo presiente el pueblo. Pretendemos parecernos a nuestros hijos, levantar sus banderas, seguir su lucha y su ejemplo.

La historia tiene siempre dos caras o tres, pero una sola es la real y verdadera. Hacer la historia, escribirla, interpretarla es difícil, casi imposible, porque uno necesitaría no ser uno, solo necesitaría tener varias vidas. Por eso todos tendríamos que contar nuestra historia y escribirla.

Hebe de Bonafini.

Acto seguido, Carmen agregó unas palabras. Contó que Hebe le había expresado, en sus últimos momentos, un inmenso agradecimiento hacia las compañeras de la Casa de las Madres que la cuidaron día y noche. No quiso nombrarlas por temor a olvidar a alguna, pero remarcó que Hebe se sintió profundamente acompañada por ellas.

Reveló también otro pedido que Hebe repetía una y otra vez: “Cuiden a Axel.” Aseguró que incluso en los últimos instantes seguía preocupada por quienes sostenían políticas en favor del pueblo. “Tenemos que cuidarlo”, insistió Carmen.

Finalmente, saludó a todas y todos e invitó a concurrir a la Marcha de los Jueves N°2487 del próximo 11 de diciembre, reafirmando que la lucha continúa cada semana, por más que a Milei y su junta les moleste.

 

 

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