En una tarde lluviosa de noviembre, las Madres de Plaza de Mayo realizaron la Marcha de los Jueves Nº 2484. La lluvia no frenó nada: ni a Carmen Arias, ni a Josefa “Pina” de Fiore, ni a la militancia que se arrimó igualmente para marchar junto a ellas, ni a quienes las acompañaron en la marcha, entre ellos Demetrio Iramain y Miguel “El Tano” Facenta. Bajo los paraguas, entre camperas mojadas y banderas que resistían el viento, la marcha volvió a armarse de lucha y resistencia.

El primero en tomar la palabra fue Demetrio, que recordó que esta no era una marcha cualquiera. Señaló que el 20 de noviembre marcaba tres años desde que Hebe de Bonafini cambió de casa, aunque insistió en que seguía estando presente en cada gesto de la plaza. Aprovechó el encuentro para anunciar que, del 1 al 4 de diciembre, se realizará por tercer año consecutivo la Semana Hebe de Bonafini, organizada alrededor del día en que ella nació. Recordó aquella frase suya —esa insistencia en que los feriados deben celebrarse en los nacimientos de los patriotas, no en sus muertes— y subrayó que la matriota mayor hubiera cumplido 97 años el próximo 4 de diciembre. Prometió un cronograma cargado de actividades y de figuras invitadas que pronto será anunciado por las redes de Madres.

Más adelante, saludó al Padre Paco Olveira, presente como tantos jueves, y leyó un poema escrito especialmente para este aniversario. Un texto que pidió no caer en la evocación ritual, porque recordar sería convertir su presencia cotidiana en ausencia. “Mentira —leyó—. Vos seguís acá terca, dura, temperamental, témpano de fuego”. Explicó que evitaban nombrarla para que siguiera siendo, para que la palabra no encerrara aquello que las Madres sostienen desde hace décadas: que Hebe está, aunque ya no esté físicamente. El poema avanzó entre la llovizna y el silencio de la marcha, diciendo que nunca aceptarían la palabra muerte, que jamás sería aplicada a ella, que su modo de permanecer desborda cualquier rótulo. La lluvia, en ese momento, pareció acompañar la escena, como si la propia plaza respirara más hondo.

Cuando cerró su intervención, Demetrio recordó que ese jueves también coincidía con otro aniversario: los 20 años del nacimiento de la radio de las Madres, AM530. Contó que la radio había nacido un jueves, después de una marcha, sin micrófono ni antena ni estudio, pero con la certeza política de que había que abrir un espacio propio. Aquella fundación, el 24 de noviembre de 2005, fue un hito cultural para las Madres, que entendieron que la comunicación también era un territorio de lucha.

En ese marco presentó al siguiente orador, Miguel “El Tano” Facenta, uno de los compañeros que estuvieron desde el primer día en la emisora. Lo describió como un militante al estilo de las Madres: alguien que no cumple una sola función, que pasó por la operación técnica, por la primera mañana, por la locución, por todo lo que hiciera falta en cada etapa de la radio. Su presencia, dijo, era también parte de esa historia que se sigue escribiendo.

Más adelante, con la lluvia ya cayendo más fuerte y los paraguas inclinados contra el viento, tomó la palabra Miguel “El Tano” Facenta. Lo primero que hizo fue mirar hacia arriba y sonreír con cierta resignación: “Vamos a tratar de ser breves por la lluvia”, dijo, antes de recordar una frase de Spinetta: “La lluvia borra la maldad”. Añadió que, si eso fuera cierto, tendría que llover mucho en la Argentina. La militancia rió, empapada y atenta.

Lo conmovía estar ahí. Lo dijo varias veces, con la voz entrecortada: él siempre estuvo del otro lado del micrófono, nunca en ese lugar. Y estar parado en la Plaza de Mayo, en la marcha de las Madres, lo atravesaba por completo. “Este lugar es el origen de la lucha, el origen de la dignidad, el origen de la proyección hacia una Argentina mejor”, señaló. Dijo sentirse un privilegiado por haber trabajado tantos años en la radio de las Madres, un espacio donde aprendieron desde el primer día que todo estaba atravesado por ese espíritu.

Retomó lo dicho por Demetrio y subrayó un punto fundamental: periodistas y conductores podían pasar, pero lo esencial era que la AM530 sobreviviera a todos ellos. Que siguiera viva, que siguiera creciendo, que siguiera siendo una herramienta política de las Madres. Recordó con cariño a Pedro Lanteri, a quien vio en la plaza esa tarde. “Una vez pegó un cartel en la radio que decía: ‘No seamos una radio alternativa. Seamos una alternativa en las radios’”, contó. Y sostuvo que ese debía seguir siendo el horizonte de la AM530.

“Alguno dirá que le hablamos a los convencidos. Puede ser. Alguno dirá que somos un estereotipo, una radio sin proyección. Puede ser”, admitió, pero enseguida puso el énfasis donde quería: desde noviembre de 2005 hasta hoy, un colectivo de laburantes sostuvo la radio en los momentos más duros. Y si sobrevivieron, dijo, fue por el legado de las Madres, por el empuje que ellas transmitieron siempre, por ese motor que todavía hoy las guía.

El Tano deseó que la radio cumpliera no veinte, sino doscientos años. Que fuera una radio que hablara por quienes no tienen voz, “por el tipo que sube al furgón con la bici para salir a cartonear, por el que mira la basura para ver qué rescata para comer”. Esa, dijo, siempre fue la radio de las Madres, y esa debía seguir siendo.

Reconoció que aún faltaba crecer técnicamente, aunque se habían logrado avances importantes. Pero insistió en que el corazón de la radio no estaba en la tecnología, sino en las personas: los productores, los operadores, los periodistas, quienes limpian, quienes cargan equipos, quienes editan, quienes sostienen cada transmisión. “Ellos son la radio de las Madres”, afirmó. Y antes de cerrar, remarcó que lo fundamental era no perder de vista nunca eso: que la radio pertenece a las Madres y a los laburantes que la hacen posible todos los días.

Con el mismo ímpetu que sostiene cada jueves, Carmen Arias tomó el micrófono cuando la lluvia ya había aflojado un poco y la plaza se acomodaba para escucharla. Saludó a todos y todas, y enseguida quiso compartir algo “lindo”, como dijo, casi con la urgencia de quien trae una noticia que abriga.

Contó que el sábado había estado en el ECuNHi, un espacio que —recordó— Hebe amaba profundamente. Allí se realizó el Festival María Elena Walsh, que ya va por su decimoquinta edición. Carmen relató que el lugar estaba lleno de chicos, de familias, de música, de colores, y que la jornada había sido de una emoción honda. Más que hablar del festival, quiso agradecer con énfasis a los compañeros y compañeras que siguen sosteniendo el ECuNHi sin ningún apoyo económico, sólo con esfuerzo, convicción y amor por ese espacio. “Está una hermosura”, dijo, y remarcó que cada vez que invitan, hay que ir, porque es un lugar cuidado, cariñoso y profundamente necesario. Contó que pasó una tarde hermosa, emocionándose una y otra vez, y pidió seguir acompañando a quienes mantienen vivo ese faro cultural.

Más adelante, entró en el terreno político sin rodeos. “Cada vez estamos peor”, dijo, refiriéndose a la situación del país bajo el gobierno de Javier Milei, un sentimiento que resonó con fuerza entre quienes escuchaban bajo la llovizna. Con firmeza, llamó a la unidad: pidió a la dirigencia política y a todos los sectores populares que se unan “de una buena vez”, que muestren esa unidad para poder frenar este proyecto de ajuste y crueldad, y para empezar a reconstruir algo distinto.

Carmen cerró agradeciendo a la militancia por sostener la marcha incluso bajo la lluvia y recordó que, más tarde, en la Casa de las Madres, proyectarían una película, invitando a todos a acercarse. Antes de despedirse, lanzó su consigna sin dudar: “Fuera Milei. Cristina libre.”

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