En una tarde gris de octubre, las Madres de Plaza de Mayo realizaron la Marcha N°2479. Los pañuelos blancos volvieron a girar alrededor de la Pirámide, envueltos por las canciones de la militancia que se acercó —como cada jueves— a compartir memoria, bronca y esperanza. En la Marcha se mezclaron las Madres Carmen y Pina, junto a militantes, organizaciones sociales, estudiantes y vecinos que sostuvieron el canto y el aplauso. Una vez más, la Plaza fue refugio, trinchera y abrazo colectivo.

Más adelante, fue Demetrio Iramain quien tomó el micrófono. El poeta y docente de la Universidad Nacional de las Madres de Plaza de Mayo abrió su intervención recordando el motivo que los convocaba: “esta es la marcha 2479 de los jueves de las madres de Plaza de Mayo”, dijo, y enseguida, con una calidez que atravesó la tarde, saludó a las compañeras por anticipado: “feliz día para el domingo. Feliz día para nuestras compañeras también que están desaparecidas y que se animaron a parir y a criar hijos en aquellos años tan duros de la represión y de la lucha por la revolución”. Fue un comienzo lleno de ternura y memoria, donde el Día de la Madre se resignificó como un homenaje político a quienes maternar fue también resistir.

En el mismo tono, Demetrio celebró los cumpleaños de dos Madres, símbolo de esa vitalidad inquebrantable que ni el tiempo ni el dolor lograron apagar. Con una sonrisa cómplice, contó que “mañana 17 de octubre cumple la Madre de Plaza de Mayo Visitación de Loyola 101 años. 101 años y está cada vez más joven”, bromeó. Y agregó que el sábado 18 “nuestra compañera Carmen Arias también cumple años”. Entre risas y aplausos, recordó que “son muchos los motivos para festejar y para reflexionar, para celebrar que estamos en la lucha, compañeros y compañeras, que es lo que nos mantiene vivos”. Esa mezcla de celebración y compromiso, tan característica de las Madres, marcó el pulso de toda la jornada.

Más adelante, su tono se volvió más firme y combativo. Denunció lo que definió como una provocación directa del gobierno nacional. “Ayer la criminal de Patricia Bullrich hizo un gesto de provocación. Montó arriba de los pañuelos, justo arriba de los pañuelos, un montón de autos nuevos de la fuerza de seguridad, de la gendarmería, del servicio penitenciario, de la policía federal, un montaje nefasto”, dijo con indignación. Y añadió: “la verdad que da vergüenza, gente, porque la crueldad tiene fecha de vencimiento. Este gobierno se va lentamente, se va”.

Con esa frase, marcó uno de los momentos más potentes de la tarde. “Cuando estos gobiernos están en retirada se ponen especialmente agresivos”, advirtió, y llamó a “estar atentos, organizados y firmes para la pelea”. En ese punto, la Plaza entera acompañó con aplausos y gritos de apoyo. Demetrio, como en cada jueves, tejió el presente político con el legado de las Madres: “así como la crueldad tiene fecha de vencimiento, la que no tiene fecha de vencimiento, y para siempre, es la memoria y la dignidad de nuestro pueblo”.

Con el mismo ímpetu, amplió la mirada hacia el escenario internacional y denunció la violencia del Estado de Israel sobre Gaza: “la de hoy es una plaza, como siempre lo es, antiimperialista. Está, por supuesto, a favor de Palestina libre, en contra del genocidio que Israel comete en Gaza con el pueblo palestino.” Luego, conectó esa denuncia con la avanzada imperialista sobre América Latina. Desde la Plaza, repudió con fuerza al Comité del Nobel por haber premiado a Corina Machado, a quien definió como “esa golpista venezolana que violenta, que ataca, que amenaza todo el tiempo al pueblo venezolano… incluso llegó al extremo de pedir la intervención armada de Estados Unidos sobre Venezuela.”

“Esto habla de que ese premio ya no tiene ningún valor”, señaló, “pero también nos tiene que dar la pauta de la avanzada imperialista sobre Venezuela.” Y recordó que él mismo y otros compañeros habían estado hace pocos meses en ese país, donde pudieron comprobar “de primera mano la realidad del pueblo venezolano y de la Revolución Bolivariana, el consenso y la paz en la que vive ese pueblo, con muchas dificultades, por supuesto, muy asediado por el imperialismo.”

Con el mismo hilo argumental, advirtió que esa ofensiva no se limitaba a Venezuela: “lo quiero vincular también con lo que pasa en la Argentina… el gobierno está realmente de última y va a pedir un salvataje a Estados Unidos con dólares que significan mayor injerencia norteamericana. Es lo único que lo sostiene a este crápula.” En tono desafiante, señaló que “si la condición para esos dólares es que votemos a Milei, van a perder otra vez el 26 de octubre, como ya perdieron el 7 de septiembre. Pero la paliza va a ser aún más grande todavía.”

En el tramo final, Demetrio llamó a transformar la bronca en organización: “como dijo Cristina el otro día, ya sabemos lo que tenemos que hacer el 26 de octubre, todos a votar Fuerza Patria en todo el país y a darle una cachetada muy grande a este gobierno para abrirle bien grande la puerta de salida.” Y agregó una advertencia que resonó fuerte: “atentos con eso, compañeros y compañeras. Villarruel no es más de lo mismo: es peor de lo mismo.”

Cerró su discurso reivindicando la fuerza de las Madres como guía permanente: “la solución está en el peronismo, en el Movimiento Nacional y Popular unido… Tenemos que trabajar mucho, militar mucho para garantizar que la salida de este gobierno sea a favor del pueblo.” Antes de bajar del escenario, dejó una certeza que condensó el espíritu de toda la tarde: “las tenemos a las Madres guiándonos para ese camino, y le vamos a dar pelea hasta el último día a este gobierno criminal.”

Antes de la intervención, y en continuidad con lo dicho por Demetrio, se presentó a Carlos “Cascote” Bértola con estas palabras: “ahora quería presentarles a un compañero que conocemos en Madres hace muchos años, que tiene una larga trayectoria militante y que hace un tiempo nos dio un ejemplo de entrega, de compromiso, de solidaridad… El compañero fue a poner su cuerpo por el pueblo palestino, integró una flotilla humanitaria… que fue secuestrado en aguas internacionales. También estuvimos muy preocupados durante unos días que no supimos nada de él, pero bueno, finalmente lo tenemos acá con nosotros, lo tenemos en la Plaza de Mayo, el compañero Carlos Bértola.” Con ese marco, la Plaza recibió a Cascote entre aplausos y emoción contenida: volvía uno de los suyos, quien había ido a arriesgar el cuerpo por una causa internacional pero siempre con la misma raíz militante.

Más adelante, Cascote tomó el micrófono y contó desde su experiencia la decisión que lo llevó hasta el Mediterráneo: recordó que mientras giraban alrededor de la Pirámide pensó “por dónde encarar la charla”, y rememoró su historia personal con la Plaza: “me conocí con mi compañera de toda la vida, girando acá en la Marcha de la Resistencia hace ya demasiados años… llevamos 30 de casado.” Con esa anécdota íntima, enmarcó el gesto colectivo que lo impulsó a embarcarse: “fuimos a Gaza a visibilizar un genocidio, habiendo también sufrido un genocidio en el cuerpo propio como país. Entonces, ahí hay una primera justificación de por qué fuimos a Gaza. En Gaza están cometiendo un genocidio. Había que ir a discutir, había que decirle al mundo que eso que está pasando ahí está mal.”

En el mismo sentido, Cascote narró con crudeza y orgullo la apuesta de la flotilla: dijo que “nos subimos a un barquito y navegamos al Mediterráneo con comida, con alimentos contra uno de los ejércitos más poderosos… pero demostramos que desarmado, con una vocación de paz y con vocación militante se puede… se puede vencer al Ejército de Israel. Y creo que lo hicimos con la flotilla.” Esa frase resonó en la Plaza como la confirmación de que la solidaridad práctica es una escuela de coraje: fueron, dijeron, y confrontaron con la dignidad del que no reniega de la acción.

Asimismo, Cascote puso ejemplos concretos de la represión simbólica que vive el pueblo palestino: apuntó que “en Gaza está prohibido usar esa bandera” —y que ni siquiera les permitían usar una sandía para festejar—, y lo vinculó con otras prohibiciones que conocimos acá: “a mí me hace acordar mucho cuando se prohibía decir la palabra Perón… esas cosas no funcionan. Las resistencias de los pueblos vencen siempre.” Con ese paralelismo, buscó mostrar continuidad entre luchas: la resistencia palestina, para él, tenía la misma raíz que la de los argentinos que supieron pararse frente a prohibiciones y violencia.

Luego, con una mezcla de ironía y enojo, describió la violencia que sufrieron en alta mar: contó que los atacaron “con drones incendiarios, con drones explosivos” y que los observaban desde arriba: “ahora veía un dron que nos estaba filmando y yo ya miraba para arriba como diciendo, ‘Bueno, no nos siguen hasta acá, ese es nuestro.’” Esa imagen —la de un hombre que desafía la vigilancia de guerra con una broma severa— sintetizó el tono de la travesía: peligro, desobediencia y humor militante frente a la intimidación más brutal del imperialismo.

Por otro lado, Cascote no perdió la oportunidad de enlazar esa experiencia internacional con la política doméstica. Denunció la alineación del gobierno: relató la visita del cónsul en la cárcel y resumió la situación con claridad —“nuestra política está con Israel, es la línea que marca Milei”— para subrayar que la postura oficial era “aliada de Israel incondicional”. Y desde esa crítica política, lanzó un aviso urgente: “ese genocidio… tiene que ser un freno para el planeta porque si no lo paramos, porque si los pueblos del mundo no decimos basta hasta acá, lo van a hacer con cualquiera… Los poderosos del mundo están ensayando esa idea y esa idea nos tiene que dar miedo.” De esa manera amplió la discusión: no se trataba solo de un pueblo o de una guerra, sino de la amenaza que la impunidad de los poderosos implicaba para la humanidad toda.

En consecuencia, Cascote cerró su relato apelando a la continuidad de la solidaridad y la militancia local: pidió que la acción política en la Argentina se sostuviera en las urnas y en la movilización cotidiana. “Para ponerle un freno mejor, obviamente lo mejor es corcoviar y sacarnos de encima a Milei en las próximas elecciones con mucha fuerza…” —dijo— y lo vinculó con la militancia social: “en cada uno de los conflictos, todos los miércoles con los jubilados, como venimos militando en cada uno de los rincones desde siempre.” Su llamado fue neto: la solidaridad internacional exige coherencia aquí, en la política doméstica, y la pelea hay que darla en las calles y en las urnas.

Finalmente, con la emoción de quien regresó de una experiencia límite y la calma de quien sabe que habló en nombre de muchos, dijo que le habían escrito cientos de mensajes de orgullo y representación: “muchos me escribían y me decían, ‘Estoy orgulloso, me siento representado…’ Digamos, fuimos con esa idea, con la dignidad del pueblo argentino.” Y antes de bajar del micrófono, agradeció a las Madres y a la Plaza por haber sostenido la causa: reafirmó que la resistencia se practica desde aquí y que, como en Gaza, la solidaridad y la memoria siguen siendo armas.

Más adelante, fue la Madre de Plaza de Mayo Carmen Arias quien tomó la palabra y compartió con la Plaza recuerdos recientes de su militancia y de su compromiso con la comunidad. Comenzó relatando con entusiasmo: “Bueno, les voy a contar algo lindo. Ayer estuve en dos eventos, uno en Almirante Brown, que es un congreso que se hace todos los años… construyendo futuro desde la comunidad.” Con esa introducción, remarcó la importancia de la participación social y política: destacó la presencia del intendente Mariano Cascallares, de Dora Barranco y del ministro de Derechos Humanos Juan Martín Mena, y señaló que “había muchísima gente porque lo hace en distintos actos.”

En el mismo tono, Carmen recordó el segundo evento, en la Ciudad de los Niños, cerca de La Plata, y la emoción que le generó ver a tantos niños y jóvenes participando activamente: “había ayer 4500 pibes ahí… algunos recibieron unos títulos porque ya para el año que viene tienen como 15.000 inscriptos.” También destacó la sencillez de Axel Kicillof durante el encuentro: “él en su forma de ser, tan simple, tan sencilla, los pibes le venían a pedir sacarse fotos, se bajó del escenario, se fue a sacar fotos con los pibes, la verdad que estuvo muy, muy lindo.” Carmen conectó esos gestos con la memoria de Hebe de Bonafini: “nos pedía que lo cuidáramos a Axel… y yo le dije, ‘Te vamos a seguir cuidando.’”

Más adelante, la militante combinó su relato con un claro llamado político de cara a las elecciones: “ahora nos faltan nada más que 10 días para ir a votar. Ojalá que se pasen rápido, así nos sacamos de este problema de encima.” Criticó con firmeza a la oposición y al gobierno actual: “se le está pudriendo al presidente, a Espert ahora a la Bullrich, que parece que también se la van a echar a la miércoles. Esperemos que así sea.” Pero rápidamente pasó a motivar a la militancia: “nada de que nadie deje de ir a votar y ya sabemos a quién hay que votar, por supuesto. Que nadie diga lo contrario acá.”

Finalmente, Carmen cerró su intervención con un mensaje de fuerza y unidad: “luchando siempre, tomando fuerza, vayamos todos a votar y le tenemos que ganar, pero con más diferencia todavía que el mes pasado.” Antes de bajar del micrófono, reafirmó los principios que guían a las Madres: “Cristina Libre. Y fuera Milei.” Con esas palabras, mezcló compromiso político, memoria histórica y optimismo militante, dejando claro que la Plaza sigue siendo un espacio de resistencia y de organización en todos los frentes.

Entre los presentes, se encontraba el compañero e hijo político de las Madres, Daniel «El Tano» Catalano de ATE Capital, que marchó junto a la militancia y acompañó a las Madres.

 

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