Hoy jueves 11 de junio de 2020 se desarrolló la Marcha Nº 2200, que a raíz de la situación sanitaria, tuvo una vez más el tradicional discurso de Hebe de Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo por las redes. Y que contó, además, por lo especial del número, con la participación de Alejandro Dolina, Demetrio Iramain, Josefa de Fiore, Irene de Chueque (Mar del Plata), Evel de Petrini, Carmen Arias, María de Domínguez (Mendoza), Mercedes de Meroño, Angela de Tasca (Mar del Plata), Sara Mrad (Tucumán), Rosa de Camarotti, Visitación de Loyola, y como siempre Hebe de Bonafini
Alejandro Dolina saludó en el día en que se cumplen “una simetría y un festejo”, a partir de “aquel grito de valor en el silencio de una patria herida, humillada, cautelosa”, 2200 jueves atrás. “Y esto ocurría ahí mismo, en las narices del poder de la tiranía”. “Una maniobra de dignidad que se prolongó y se mantuvo a través de los años, enfrentando a los continuadores de aquel poder, que sigue con su oscuridad sustituyéndose a sí mismo”. Afirmó que la grandeza de las Madres de Plaza de Mayo “se hace más evidente al cotejarla con el reclamo mezquino del maratonista frustrado o con el cacareo indignado de los terraplanistas en estado de asamblea”.
Demetrio Iramain celebró las 2200 marchas, “2200 ocupaciones políticas de la Plaza de Mayo”. “El logro político de esta epopeya descomunal es solo de las Madres de Plaza de Mayo”. Demetrio marcó algunos jueves especiales en esta historia. “El primer jueves posterior a la desaparición de Azucena, Mari y Esther ganaron las Madres para siempre, el día que el poder cívico, eclesiástico, sindical, mediático, económico y militar las creyó exterminadas para siempre, y ellas, al jueves siguiente, imprevistamente volvieron a la Plaza, subieron desde las alcantarillas de la Plaza y entraron”. Y recordó las veces que les pidieron a las madres que ‘aflojen’. En 1981, “cuando fue la primera Marcha de la Resistencia con el lema Aparición con Vida”. En 1982, “cuando marcharon igual, con la consigna ‘Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también’”. En 1983, con el regreso de la democracia, en 1984 con el informe de la CONADEP. En 1995, con Menem, cuando no quisieron la reparación económica del Estado, porque “la vida de un revolucionario vale solo vida”. En 2006, cuando dejaron de hacer la Marcha de la Resistencia, porque “el enemigo ya no estaba en la Casa Rosada”. En 2015, cuando la mano cambió otra vez, y volvió la Marcha de la Resistencia.
“Ellas ya están pensando qué van a hacer para el jueves de la Marcha 3000”
Josefa de Fiore contó que aquella primera vez que fue a la Plaza y vio a las otras Madres pensó que “haciendo tanta fuerza, tal vez podían recuperar a los hijos”, y confesó que extraña “abrazarse con el resto de las Madres”, por lo que espera volver pronto a la Plaza.
Irene de Chueque recordó su primera Marcha, con 25 años, en la que vio a “mujeres comprometidas” y sintió “dolor, angustia, pero también fuerza” de “ver que al lado había otra Madre que sufría igual que vos y buscaba lo mismo”. “Cuando una volvía de Plaza de Mayo lo hacía con una energía muy especial, porque eso es lo que te da la fuerza colectiva, pensar en tus hijos y pensar en lograr las cosas más imposibles”. “Cuando marchamos siempre pensamos en ellos. Cuando llegás a la Plaza se te pasa todo. Es algo mágico. ¿Será que nuestros hijos nos cuidan, nos miman?”
Evel de Petrini expresó: “Las Madres sin duda somos la Plaza. La Paza son los Hijos, y las Madres, las que seguimos manteniéndolos en su lugar. Nunca podrán sacarnos de la Plaza, ni aun muertas. Porque ya varias de ellas están sus cenizas en la Plaza. Y así seguiremos con los hijos, defendiendo los mismos ideales libertarios revolucionarios. Todo esto y más es para nosotras la Plaza. Perder un hijo te deja un agujero en el vientre que nunca se vuelve a crerrar. No se puede legislar el perdón”.
Para Carmen Arias, la Plaza es imprescindible. “Siento que estoy haciendo lo que mi mamá quería y lo que a mi hermano le gustaría: ver que las Madres seguimos en esa lucha, en este caso hermana”.
María de Domínguez expresó que “nunca pensamos que íbamos a estar más de 43 año en la Plaza. La Plaza ha sido nuestro lugar de lucha. Nunca dejamos de ir. Todos los jueves marchamos en la Plaza San Martín, en Mendoza. Esto del virus va a pasar, y vamos a volver”.
Mercedes de Meroño dijo que “el jueves es un día muy especial. Y aunque ahora no podemos ir, puedo asegurar que a las tres y media estamos con el pensamiento todas allá. Cuando ves a las Madres luchando, caminando con esa fuerza y ese amor que transmiten, ye queda para toda la vida y no te podés mover nunca más de ahí. Yo sentí que tenía que seguir yendo todos los jueves. Lo que más se extraña es no poder ver a las Madres que se fueron después de tantos años de lucha. Los hijos para nosotras están en la Plaza, y en ese momento sentimos que los tenemos ahí. Extrañamos no verles la cara, pero estamos con ellos. Y vamos a volver a la Plaza. La única lucha que se pierde es la que se abandona. Y nosotras no los vamos a abandonar, vamos a seguir luchando”.
Angela de Tasca expresó: “Tengo la obligación moral de ir a la Plaza, la necesidad de ir”.
Sara Mrad se preguntó si se hace necesario pensar y contar que son 2200 jueves, y convertirlos en un número cuando una toma la decisión de defender la vida. Si una se pusiera a contar cada día en que salimos, hasta pienso y siento que sería un número infinito, porque es la continuidad de la lucha de nuestros hijos y nuestras hijas”. Esto dijo, entre otras bellas y ciertas palabras.
Rosa de Camarotti recordó que “no pudieron los milicos, que nos tiraban los perros, los caballos encima” sacarlas de la Plaza. “Nos llevaron presas y volvimos, y volvimos hasta que conseguimos que la Plaza sea nuestra”. “Siento que nuestros hijos nos abrazan y nos dicen ‘¡sigan, viejas! ¡fuerza, viejas! Ahora los jueves me preparo, me pongo los ruleros la noche anterior, me pinto, pongo el pañuelo en la ventana, y esa hora me quedo al lado de la ventana y el pañuelo, pensando ‘a esta hora entramos, armamos el puesto, empieza a llegar la gente, después habla Hebe’. Lo vivo, los estoy viviendo los jueves”.
Visitación de Loyola reconoció sentir la tristeza de no poder ir a la Plaza, pero, dijo: “estoy en mi casa y estoy dando la vuelta a la mesa, con mi pañuelo, pensando en que estoy en la Plaza, que están ellos”. “Pensando en lo que pensaban los 30 mil, en lo que pensaban nuestros hijos. Estoy pensando que dan la vuelta con nosotros”.
Hebe de Bonafini, por supuesto, también dijo sus palabras de cada jueves, una vez más desde su cocina. Esta vez, reflexionando sobre el significado de la Plaza en todos estos años, en todos estos jueves que hoy llegan a 2200:
“Cuando entro a la Plaza preciso encontrarme conmigo, con ellos, con los chicos, sentirlos. Es indispensable ese encuentro que tengo con mis hijos cuando entro a la Plaza. A veces no siento ni siquiera que estoy caminando. Estoy pensando y sintiéndolos a ellos. Por eso la Plaza tiene ese encuentro que yo digo que es tácito con los hijos. Y por eso las Madres tienen tanta pasión por la Plaza”.
“Yo trato de que ese no poder estar en la Plaza me dé valor, me dé fuerza y me dé claridad para poder hacer la Plaza en la cocina, que todas las Madres estén contentas que ven la Plaza los jueves, que la sientan. Agarran un pañuelo, salen a la puerta, o lo ponen en la ventana, y eso es sentir la Plaza. El pañuelo es el hijo, por eso lo apretamos, por eso lo queremos”.
“Las Madres tenemos algo que es muy impresionante: nunca queremos abandonar a los hijos. Entonces hubo que inventar esto de hacer la Plaza desde acá para no sentir que abandonamos a los hijos y a las hijas”.
Hebe también pensó en el lugar que ocupan las Madres, en el rol que asumieron desde el principio, pero que también fueron transformando a través del tiempo:
“Las Madres somos un vehículo que no tiene marcha atrás. En vez de vehículo podría ser un vínculo, con la gente, con el pueblo, con los jóvenes. Es el pasado que nos empuja al futuro. Es un pasado muy fuerte, muy poderoso, que no nos permite quedarnos sentadas, nos va empujando todo el tiempo para hacer más cosas, para ser más creativas, para tener fuerza para decir lo que hay que decir, en el momento que hay que decirlo, para insultar al que hay que insultar si es para salvar a alguien que necesita”.
Y la Plaza, como espacio, como entidad, como estímulo y protección:
“Yo siento la Plaza como algo enorme, pero que nos protege, no siento que no tiene nada de costado. Siempre me parece que estamos adentro de la Plaza. Todo lo de alrededor es el amor inmenso que nos tiene la gente. El pueblo nos ama mucho, más de lo que nos merecemos. Cuando los jóvenes nos hablan y nos dicen muchas cosas es como si nos hicieran transfusión de sangre, de sangre joven que nos hace pensar”.
“La Plaza nos dio más sangre, más fuerza para pelear, nos dio la creación del pañuelo, que es un símbolo nacional, que es el abrazo de los hijos. La Plaza nos permitió que el mundo entero nos conozca. Las Madres pasamos a ser un símbolo internacional. Aun con nuestros pasos cansados, con nuestra vejez, tan enriquecida por el trabajo y por la lucha”.
“La Plaza nos protegió de los ataques más feroces a veces. Porque el mundo entero, cuando nos pasaban cosas muy terribles, el mundo entero protestaba por ‘las Madres de la Plaza’. No importa cuál era el nombre de la Madre que se habían llevado: había ‘una Madre de la Plaza’ a la que habían llevado presa”.
“Y la Plaza nos dio otro nombre, porque se nos conoce mucho más por ‘Las Madres de la Plaza de Mayo’ que por Hebe Bonafini, o Visitación Loyola. Nos dio una nueva manera de nombrarnos, que también es una nueva manera de ser. Ninguna de nosotras es más la que era antes. La desaparición y el secuestro de los hijos y las hijas nos transformó inmediatamente en otras personas. Ahora, con el correr de los años, me doy cuenta que somos eso: Las Madres de la Plaza. Al haber socializado la maternidad, también nos socializamos nosotras. No importa cómo se llame el hijo o la hija, tampoco importa cómo nos llamemos nosotras. Somos las Madres de la Plaza”.
Estoy acompañando a las Madres en su Marcha 2.200. Emoción, orgullo de tenerlas, admiración por la fuerza, la valentía, la solidaridad y el inmenso amor que nos han enseñado a sentir por sus hijos y por todos los hermanos y hermanas vulnerables, esos que en silencio reclaman una oportunidad de vida. Gracias Madres de la Plaza.