¿Cuándo despertarán algunos argentinos y saldremos a la calle para exigir la condena rápida de los asesinos de nuestros hijos que, como bestias hambrientas, están en las comisarías de nuestro país?
Debemos hacerlo cada vez que nos matan a nuestros pibes y pibas de nuestros barrios humildes, porque los asesinos no se equivocan jamás y nunca asesinan a uno de Barrio Norte.
Siempre son pobres o de los pueblos originarios, como Rafael Nahuel; o como Facundo, el niño tucumano, de 12 años, que dejó los zapatos lustrados arriba de la cama para ir al día siguiente a la escuela, como contaba su abuela.
O como Lautaro, el pibe que hace cuatro días, en Corrientes, caminaba con otros amigos por la costanera de su ciudad, paseando, y los hicieron tirar al río Paraná, y murió ahogado porque no sabía nadar.
Y ahora, Lucas, un pibe que jugaba al fútbol, lleno de sueños y esperanzas con la pelota, al que le pegaron dos tiros en la cabeza.
Y así, poco a poco, siguen matando con total impunidad.
Sin embargo, como son pobres y algunos son indígenas de piel oscura, el pueblo no se moviliza.
Sólo se movilizan sus amigos y familiares.
¿Qué le pasa al pueblo? ¿No se reconoce en los más pobres y desamparados? ¿Sólo sale si los muertos son «blancos», como ellos, y de su clase?
Vamos mal, muy mal. No alcanza con que el señor presidente le haga llegar condolencia a la familia.
La familia clama, reclama y exige JUSTICIA.
Hebe de Bonafini