En una tarde fría de julio, marcada por una gran movilización hacia Plaza de Mayo encabezada por médicos y trabajadores del Hospital Garrahan en defensa de la salud pública, las Madres de Plaza de Mayo realizaron su histórica Marcha de los Jueves N°2466. Como cada juevez, junto a la militancia acompañaron a las Madres Demetrio Iramain, periodista, docente y militante de derechos humanos; Luis Zarranz, también periodista y docente universitario, ex coordinador del área de prensa de la Asociación Madres de Plaza de Mayo; y Eva Mieri, militante y presidenta del bloque de concejales de Unión por la Patria en Quilmes, recientemente liberada tras 13 dias de prisión injusta por parte del gobierno de Javier Milei.

En un primer momento, Demetrio tomó la palabra y saludó especialmente a los trabajadores del Hospital Garrahan que se encontraban marchando hacia la misma plaza. Señaló que no solo se trataba de una protesta sectorial, sino que en esa jornada confluirían todos los sectores que hoy están en lucha contra el gobierno nacional. Recordó que nuestra eterna compañera Hebe siempre insistía en que las luchas no debían librarse por separado, y que si el pueblo se unía, cada conquista individual sería una victoria colectiva. Ese principio, dijo, sigue tan vigente como siempre: «cuando tocan a uno, tocan a todos; y cuando gana uno, ganamos todos».

Más adelante, centró su intervención en una crítica al discurso dominante sobre los 40 años del juicio a las Juntas Militares que impulsó el gobierno de Raúl Alfonsín. Señaló que, mientras se desarrollaba ese juicio, las Madres fueron muy críticas, y que este año también se cumple otro aniversario fundamental: 30 años del inicio de los juicios éticos y políticos impulsados por las Madres de Plaza de Mayo. Esos juicios comenzaron en 1995, en pleno auge de la impunidad menemista, con un primer acto simbólico contra los militares genocidas en la Plaza de Mayo, y luego continuaron en distintos puntos del país. Recordó, por ejemplo, el juicio al médico policial torturador Héctor Vergés en la plaza de Quilmes, y otros que apuntaron a jueces, periodistas, grupos económicos como Clarín y funcionarios como Martínez de Hoz.

Demetrio remarcó que estos juicios éticos fueron sostenidos incluso en contextos de fuerte persecución, como durante el macrismo, cuando el aparato de lawfare estaba en plena ofensiva. Subrayó que esa maquinaria judicial nunca fue desactivada, ni siquiera durante los cuatro años de gobierno popular, y que hoy, con un gobierno abiertamente autoritario, vuelve a actuar con toda su fuerza.

También recordó el contexto en que surgieron estos juicios. En 1995, tras una fuerte acumulación de luchas populares, Menem fue reelecto. Mientras muchos sectores caían en el desánimo, las Madres redoblaron su apuesta. Se enfrentaron no solo a la reelección menemista, sino también a las operaciones de encubrimiento del Ejército, como la falsa autocrítica del general Martín Balsa, y al impacto mediático de las confesiones de Adolfo Scilingo, quien admitió haber arrojado personas vivas al mar desde aviones, como si eso fuera un gesto noble por “decir la verdad”. A todo eso se sumaban los llamados “juicios por la verdad”, en los que los represores confesaban crímenes sin consecuencias judiciales, como si bastara con escucharlos para cerrar las heridas.

Frente a ese panorama, las Madres rechazaron participar de esos procesos. “No queremos verdad, queremos justicia”, dijeron. Y así nació una práctica política novedosa, valiente y profundamente popular: los juicios éticos y políticos. No eran juicios simbólicos vacíos. Tenían la potencia de la condena pública, colectiva, con el pueblo como jurado. Se presentaban pruebas, se permitía ejercer la defensa —aunque, como recordó Demetrio, ninguno de los acusados se animó a asistir— y se señalaban públicamente las responsabilidades políticas, judiciales, empresariales y mediáticas en el genocidio.

Esa capacidad de crear nuevas formas de lucha, afirmó, es una lección que las Madres siguen ofreciendo al pueblo. Cada vez que el sistema judicial se cerró, ellas abrieron caminos con el cuerpo, con la palabra, con el pañuelo blanco.

Hacia el final de su intervención, recordó también la actitud de las Madres ante la reapertura de los juicios durante el gobierno de Néstor Kirchner. Cuando el Congreso anuló las leyes de impunidad y la Corte Suprema las declaró inconstitucionales, las Madres decidieron no participar directamente de esos procesos judiciales. Su objetivo, dijeron, ya no era ver presos a los militares, sino construir futuro. Eligieron dedicarse a levantar casas, a promover el trabajo, a generar felicidad para las nuevas generaciones. “Entre ver preso a un milico y ver a un niño feliz, nosotros preferimos ver al niño feliz”, fue la frase de Hebe de aquel entonces.

«Es extraordinaria esa esa síntesis», completó Demetrio destacando la grandeza de esa decisión. Porque no es menor que las Madres de los desaparecidos, frente a la posibilidad de castigar a los asesinos de sus hijos, eligieran priorizar los sueños de esos hijos. Recordó con claridad que «los 30.000 no dieron la vida para tener una baldosa con su nombre, ni un monumento, ni una placa. Lucharon para transformar la Argentina, para que el pueblo fuera feliz, para que esta patria fuera justa, libre y soberan».

“Tan sencillo como eso, e inconmensurable como eso”, dijo Iramain. Y concluyó llamando a seguir el ejemplo de las Madres. Porque si nos reflejamos en su lucha, en su coherencia, en su amor revolucionario, «tenemos todavía mucho futuro por delante».

Luis Zarranz fue el segundo en tomar la palabra. Comenzó agradeciendo profundamente a las Madres, destacando el honor que representaba hablar en esa plaza que las vio nacer como movimiento y que luego ellas mismas transformaron en un verdadero medio de comunicación. “No hay platea, tribuna o espacio que implique un desafío mayor que hablar aquí, en esta plaza, junto a las Madres”, dijo. Para Zarranz, la Plaza de Mayo es mucho más que un lugar de memoria: es un medio vivo, que se renueva cada semana desde hace 2466 jueves consecutivos. “Es un espacio de encuentro entre pares, un espacio de construcción, de diálogo, que permite amplificar distintas luchas”.

Criticó la idea extendida de que hay que “dar voz a los que no tienen voz”, y sostuvo que “voz tenemos todos; lo que faltan son oídos, micrófonos y parlantes”. Y resaltó que las Madres siempre pusieron esos oídos, micrófonos y parlantes a disposición del pueblo. En ese marco, celebró especialmente la presencia de Eva Mieri, recientemente liberada, injustamente perseguidas por el gobierno de Javier Milei. “Pido un fuerte aplauso para Eva, y para Alexia, que sufrieron una causa totalmente alocada y una cárcel injusta, por algo que —en todo caso— podría ser una contravención, nunca un delito que justifique una cárcel federal”, dijo, apuntando directamente contra la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, aunque prefirió no “abundar en malas palabras” en ese espacio de lucha.

Ya con Eva presente en la plaza, Zarranz insistió en que su presencia —y la de todas las luchadoras perseguidas— representa el ejemplo de las Madres: “poner el cuerpo, estar en la lucha”. Y celebró que las Madres las hubieran invitado a compartir la jornada. “Eso también es actualizar las luchas”, señaló.

En el tramo más político de su intervención, retomó lo planteado por Demetrio Iramain minutos antes, sobre la necesidad de reivindicar el legado de las Madres. Pero aclaró que no se refería a un legado como algo del pasado: “Tenemos un privilegio, que es ser contemporáneos de las Madres de Plaza de Mayo. Ellas van a estar en los libros de historia, y nosotros tenemos el privilegio de compartir con ellas, de pisar estas mismas baldosas, de aprender de ellas en esta plaza que es de las Madres, de los 30.000, de la memoria invencible de Hebe”.

Con emoción, evocó la figura de nuestra compañera eterna: “Dicen que la H es muda, pero en el caso de Hebe, la pronunciás, la pensás, y enseguida te invade la emoción. En la palabra ‘Hebe’, la H suena, y fuerte, como fue su vida y su historia”.

Luego apuntó contra una frase muy usada en el campo político: “la correlación de fuerzas”. Zarranz denunció que muchos dirigentes la usan como excusa para no dar las peleas necesarias. Y aseguró que esa lógica fue destruida el 30 de abril de 1977, cuando un grupo de mujeres enfrentó a la dictadura genocida en esta misma plaza. “La correlación de fuerzas murió cuando Azucena pegó el grito en la iglesia Stella Maris y dijo que había que venir a la plaza. La correlación de fuerzas se construye”, afirmó.

También advirtió que hoy se están viviendo nuevamente los riesgos que dieron origen a la lucha de las Madres: censura, persecución, represión, hostigamiento. Citó a Cristina Fernández de Kirchner, quien días atrás habló de un “terrorismo de Estado de baja intensidad”. Y remarcó que, una vez más, se impone “la crueldad como política de Estado”.

Hacia el final de su intervención, Zarranz reivindicó otro de los aportes fundamentales de las Madres: la construcción del disenso. Frente a un clima político donde se impone la lógica del consenso, sostuvo que hay que aprender a construir disenso “no como ruptura, sino como construcción”. Y advirtió que “entre la vaca y el carnicero no hay consenso posible”, por lo que no se puede aceptar un modelo de hambre y de miseria planificada.

Concluyó con una consigna que sintetiza la historia y el presente de las Madres de Plaza de Mayo: “Como dicen ellas, la única lucha que se pierde es la que se abandona. Así que, compañeras y compañeros, a continuar en las urnas, en las calles y en las plazas, la lucha que nos legan y que nos enseñan todos los días las Madres”.

Más adelante, fue el turno de Eva Mieri, militante peronista y presidenta del bloque de concejales de Unión por la Patria en Quilmes, quien regresó a la Plaza luego de haber sido liberada tras permanecer 13 días detenida en la cárcel de Ezeiza, una prisión de máxima seguridad. Su presencia en la Marcha fue celebrada con emoción por toda la militancia que la acompañó en esos días oscuros.

“Voy a intentar que no me gane la emoción”, advirtió al tomar el micrófono. Denunció que había sido encarcelada de manera “injusta, ilegal y demencial”, y señaló que lo que se buscó con su detención fue “amedrentarnos, aleccionarnos, mostrarnos que pueden hacer con nosotros lo que quieran cuando alzamos la voz”, especialmente contra las mujeres que representan “a nuestras patrias chicas”.

Mieri denunció que su caso forma parte de un plan más amplio de persecución. “Esto es una persecución política, judicial y mediática”, afirmó, y se solidarizó con la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, a quien definió como “nuestra compañera coraje”, que también es “constantemente perseguida, hostigada y violentada, no solo en las redes sociales, sino también en los medios de comunicación”.

Con un tono firme, reivindicó su identidad militante: “Nosotras, que además de ser peronistas y kirchneristas, somos feministas, tenemos ese hilo rojo construido a lo largo de los años con el ejemplo de los pañuelos blancos, del pañuelo verde y de los pañuelos violetas”.

Agradecida por el acompañamiento recibido, reconoció: “Fueron días muy difíciles, pero me hicieron llegar cantidad de abrazos colectivos que me llenaron el corazón”, y concluyó con un grito cargado de convicción: “No van a poder con nosotros, compatriotas. Hasta la victoria siempre”.

Para el cierre, con su firmeza de siempre Carmen Arias cerró la jornada con un mensaje cargado de emoción y compromiso. Comenzó enviando un saludo y toda la fuerza “al Garrahan y a todas las organizaciones que los están acompañando”, en referencia al conflicto que atraviesa el hospital, pero rápidamente apuntó al centro político del acto: la necesidad urgente de volver a las calles.

“Todavía le debemos la pueblada a Hebe”, recordó, e insistió en que es necesario movilizarse una y otra vez para enfrentar “a este gobierno estafador” que, según remarcó, no deja de mostrar su verdadero rostro. En ese sentido, criticó sin rodeos a la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien intentó mostrarse moderada en los últimos días: “Ahora quiere ser buena, pero de buena no tiene nada”, advirtió, y pidió que el pueblo no se deje engañar.

Con el mismo ímpetu, remarcó: “Tenemos que votar a la gente nuestra. No sirve seguir eligiendo lo que nos está destruyendo”. Y convocó a construir unidad: “Espero que estén todos juntos, y que podamos salir adelante con ellos, todos, no ellos solos. Hay que demostrarle día a día que tenemos la fuerza”.

Arias se mostró profundamente emocionada por los discursos de Luis Zarranz y Eva Mieri, a quienes abrazó simbólicamente: “Estoy reemocionada con Luis, que lo queremos mucho, y con esta chica que sufrió eso tan malvado, tan fuera de lugar. Ya no sé qué palabra usar, es un horror lo que están haciendo con ella y con las otras compañeras, y con toda la persecución al pueblo”, concluyó Carmen.

Entre la militancia, se encontraba la compañera Lu Cámpora de La Cámpora, Gustavo Cirelli de la AM530, entre otrxs.

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