Este jueves 19 de junio se realizó la Marcha de los Jueves N° 2462 de las Madres de Plaza de Mayo, como cada semana desde hace más de 48 años. En esta ocasión, estuvieron presentes las Madres Carmen Arias y Josefa “Pina” de Fiore, acompañadas por Demetrio Iramain y por el militante político Héctor Francisetti, integrante de la Asociación Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz. Fue justamente Iramain quien abrió la palabra, con un discurso que buscó trazar un puente entre el presente político y los momentos fundacionales de la lucha de las Madres.
“Siempre que hay una situación política determinante, voy a la historia de las Madres”, confesó. Y, como en otras ocasiones, regresó a 1977, “al primer año de lucha de las Madres de Plaza de Mayo, donde pasó tanto, tanto y fue tan determinante para su propio recorrido”. Ese recorrido lo llevó al momento en que, entre el 8 y el 10 de diciembre de ese año, fueron secuestradas tres Madres: Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco y Azucena Villaflor, junto a las monjas francesas y otros compañeros y compañeras que se agrupaban en la Iglesia de la Santa Cruz.
Según relató, el secuestro tuvo lugar en un momento clave para el movimiento, justo cuando las Madres estaban por asestarle a la dictadura “un golpe brutal”: la publicación de una solicitada en el diario La Nación. No se trataba ya sólo de preguntar “¿Dónde están?”, sino de documentar los casos, con “nombre, apellido y número de documento de los familiares de cada uno de los desaparecidos y desaparecidas”. Eso implicaba no solo un nivel de organización altísimo, sino también una valentía inquebrantable: “Se animaban no sólo a venir a la Plaza, sino a poner el nombre en un diario denunciando la desaparición de un familiar”.
Esa solicitada, recordó, incluía más de 400 nombres y fue publicada el 10 de diciembre de 1977, Día de los Derechos Humanos. “La dictadura secuestró a tres Madres. Creía que con eso iba a terminar con ellas. Ya tenían infiltrado al movimiento y Astiz había detectado quiénes eran las Madres más lúcidas, las que impulsaban al resto”, explicó Iramain.
El relato continuó con una escena de esas que definen un destino colectivo. Cuando nuestra eterna compañera Hebe de Bonafini —que estaba juntando dinero en la zona sur— se entera del secuestro de Ester y María, va a contarle a Azucena lo sucedido y le pregunta: “¿Paramos la solicitada?”. La respuesta fue clara, firme, inolvidable: “No. Si las secuestraron es justamente porque estamos por sacarla. Ahora tenemos que redoblar y sacarla como sea”.
Ese mismo 10 de diciembre, cuando Azucena fue a comprar el diario a un kiosco de Sarandí, también fue secuestrada. “Imagínense la orfandad de las Madres”, señaló Demetrio, pero enseguida destacó que allí mismo nació una enseñanza que marcaría para siempre su camino: la respuesta a la desaparición fue volver a la Plaza y no abandonarla nunca más. “Esa es la gran enseñanza que nos dieron las Madres, y eso también nos tiene que servir para hoy”.
Desde ese ejemplo, Iramain trazó líneas claras hacia el presente. “Tenemos un camino marcado que es el de las convicciones. Sabemos hacia dónde queremos ir. Tenemos muchas ventajas respecto de esa situación tan oscura del ’77”, expresó, y mencionó con énfasis que hoy hay una experiencia acumulada gracias a gobiernos populares que “mejoraron de verdad la condición de vida de nuestro pueblo”. En particular, reivindicó el trabajo de la Provincia de Buenos Aires, con un “Estado que se la banca a pesar del hostigamiento, un gobernador que se la banca”.
También retomó palabras recientes de Cristina Fernández de Kirchner: “Organizar, militar, escuchar al pueblo, acompañarlo, representarlo. Pensar que uno viene a la lucha no por uno mismo, sino por los demás”. E insistió: “Lo mejor que podemos hacer para honrar a la compañera Cristina es militar más fuerte que nunca”.
Más adelante, recordó también el estallido de diciembre del 2001 y la caída de Fernando De la Rúa, cuando el pueblo no logró capitalizar políticamente esa energía sino hasta el 2003, con la llegada de Néstor Kirchner. “La primera que lo vio fue Hebe. Por eso estuvo hasta el 20 de diciembre al frente de la resistencia, y lo siguió estando”.
Para el cierre, dejó un mensaje claro, combativo y esperanzado: “Estamos seguros que después de esto tan dramático que estamos viviendo, vamos a construir un nuevo Néstor Kirchner en nuestro país. Va a surgir de este pueblo”. Y agregó: “Tenemos muchas cosas todavía que cuidar y defender. No nos dejemos llevar por la desesperación. Hoy, más fuerte que nunca, la resistencia es organizarnos, luchar, hablar con nuestro pueblo. Resistir es educar, como dicen las Madres”.
Luego de la intervención de Iramain, tomó la palabra Héctor Francisetti, militante de los derechos humanos e integrante del grupo de Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz. Su vínculo con la lucha de las Madres es profundo y personal: es compañero de la hija de Esther Ballestrino de Careaga.
Con humildad, Francisetti inició su intervención agradeciendo a Carmen, a las Madres, y a Hebe: “No soy muy bueno para hablar en público, así que pido disculpas, y menos después del impresionante encuentro que tuvimos ayer en esta Plaza de Mayo, todos y todas defendiendo a quien nos marcó esos diez años tan hermosos”. Se refería, claro, al acto del día anterior, en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner, en el mismo lugar que hace casi cinco décadas cobija cada jueves la lucha de las Madres.
Francisetti se reconoció como parte de “esa generación diezmada”, como decía Néstor Kirchner. “No pensábamos que la íbamos a tener ahí, a la vuelta de la esquina, y sin embargo la pudimos vivir”, dijo, refiriéndose al proceso político iniciado en 2003. Recordó con emoción que “cada uno de nosotros pudo sentir en el corazón, en la mente y en el trabajo que pudimos realizar con la llegada de Néstor y Cristina a favor de nuestros compañeros que habían dejado la vida”. Él mismo perdió a dos hermanas y a sus dos cuñados, asesinados por la dictadura.
“La memoria de los 30.000 compañeros la llevamos cada uno, con cada uno de los nombres”, aseguró. Y evocó el momento colectivo vivido en la movilización del día anterior: “Veíamos a la marea de gente que venía y venía… nos abrazábamos, queríamos llegar a esta plaza hermosa y no podíamos. Nos poníamos cada vez más contentos porque ese llamado de Cristina, ese llamado de los compañeros que habían sido proscriptos, estaba presente”.
En ese clima, también recordó las palabras de Cristina, que definió como “lo mejor”, y sumó otra imagen potente, cargada de historia: las cenizas de Azucena Villaflor, colocadas frente a la Casa Rosada. “Miran hacia la Casa de Gobierno”, dijo, “para proteger al pueblo, para que no se hagan macanas. Y ese es el mandato que tenemos”.
Desde su identidad como militante político y expreso, Francisetti reivindicó el sueño de una patria sin opresores, por el que entregaron su juventud miles de compañeros. “En aquel momento tuvimos una derrota, no lo podemos negar, pero hemos aprendido que no podemos dejar las cuentas a medio hacer. No podemos dejar de hacer todo lo que haya que hacer para que esto que nos está pasando hoy no nos vuelva a pasar”.
Retomando las palabras recientes de Cristina, insistió en que la grieta no es un fenómeno nuevo, sino parte de una historia larga de enfrentamientos entre un proyecto de justicia social y los poderes concentrados. “La revolución sigue siendo un sueño eterno, y eso es lo que tenemos que saber nosotros: concluir ese sueño y hacerlo realidad”.
“Que nunca más haya estos gobiernos, que nunca más haya explotación”, pidió. Y soñó en voz alta con una “vida correcta, una vida sana, que nos permita proyectarnos hacia el futuro”, para nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos. “Así lo soñaron estas Madres, y creo que ese es el camino que tenemos que seguir nosotros: militantes políticos, militantes de la vida, militantes de la alegría, militantes por esos 30.000 compañeros que nos miran y nos dicen ‘vayan por acá’”.
En línea con lo expresado por Demetrio, Francisetti remarcó que “hay que ganar todas las batallas que se nos presenten”. En ese marco, pidió con firmeza unidad en el campo popular: “No puede ser que andemos mirando para otro lado. Nosotros, que somos militantes de base, comprometidos día a día, no podemos aceptar que nos vengan a imponer que fulano sí o sultano no. Tenemos que exigir a esa conducción que baje un poco el tono y se sume a este pedido urgente de unidad para llegar a la victoria”.
Por último, Francisetti hizo un llamado urgente por la paz en Medio Oriente, en un contexto marcado por la escalada del conflicto entre Irán e Israel, aliado estratégico de Estados Unidos. “El Estado genocida de Israel está atacando a pueblos milenarios, como los persas, pueblos que nos han dado una de las historias más grandes de la humanidad, precursores de esta cultura y de esta historia que compartimos”, denunció. Y concluyó con un pedido claro y contundente: “Basta de genocidio en Palestina, basta de guerra contra Irán y, por favor, paz en el mundo”.
La última en tomar la palabra fue Carmen Arias, histórica Madre de Plaza de Mayo, quien también se refirió a la jornada vivida el día anterior como un momento profundamente emotivo y colectivo. “Con todo lo que venimos pasando, ayer fue un día muy feliz para nosotros y para todos”, expresó. Destacó la magnitud de la movilización popular, no sólo en la Ciudad de Buenos Aires, sino en todo el país y en el exterior: “Ver esta Plaza llena, arrebatada de gente… y no fue solamente en Buenos Aires. Hubo en casi todas las provincias apoyo a Cristina, y también en el exterior: en España, en Italia, en Brasil, en varios países”.
Carmen compartió que la emoción no venía sólo por la masividad, sino por el sentimiento de unidad que se vivió en las calles: “Uno sentía que estábamos todos juntos y que estamos luchando por lo mismo”. Y resumió con claridad cuál es ese objetivo común: “Primero, como dicen los compañeros, para ganar las elecciones, y también para poder echar a este gobierno y lograr que liberen a Cristina, porque es totalmente injusto lo que le dicen. Jamás le pudieron comprobar nada”.
Con la firmeza que la caracteriza, cerró su intervención reafirmando el compromiso de las Madres: “De alguna manera, tenemos que conseguir que Cristina sea libre”.